martes, 26 de febrero de 2008

Demasiado en juego


Encandilado por los flashes y siempre receptivo a los guiños periodísticos, se sabe que Ramón Díaz cultiva un perfil generoso para promotores de escándalos, traficantes de noticias y militantes del morbo. Su lengua filosa, desbocada, por momentos salpicada de una picaresca ácida y seductora, le permitió al riojano hacer carrera en la arena mediática.
Claro que el hombre supo posicionarse ante las corporaciones en base a una foja intachable. Como jugador, se destacó por una técnica exquisita y una admirable cualidad para perforar redes. En Argentina, y siempre jugando para River, anotó 84 goles en 175 partidos. Desde la función de entrenador se convirtió en el técnico con más títulos en la entidad de Nuñez, superando por uno al legendario Angel Labruna (suma un total de 7).
Dos recuerdos imborrables de su primer período en River: la obtención de la Copa Libertadores en 1996 y aquella formación que marcó tendencia hacia finales de ese año. Monserrat, Berti, Francescoli, Ortega, Julio Cruz o Marcelo Salas, nombres que engalanaron el ataque millonario y renovaron el concepto del juego de muchos equipos todavía seducidos por las ideas de eficiencia y pragmatismo promovidas por Carlos Bianchi y Daniel Passarella.
Sin embargo, su desprolija salida de Nuñez en 2002 lo confinó al olvido hasta que San Lorenzo lo devolvió a la dirección técnica tras una fallida participación en la política interna de River. En Boedo hizo una revolución, se dijo. Y en parte fue así teniendo en cuenta el frustrante retorno de Oscar Ruggeri en 2006.
Campeón inobjetable en el Clasura del año pasado, Díaz acumuló prestigio y poder, consciente de la unanimidad del elogio en la crónica de las agendas deportivas. Rápido de reflejos, Ramón, como alguno de sus coterráneos, aprovechó el espaldarazo recibido. Luego de una turbia negociación alrededor de la renovación de su contrato, el riojano le dijo que no a su primer club y redobló la apuesta negociando él y su influyente entorno el regreso de cotizados jugadores del exterior con miras a la esquiva Copa Libertadores.
Pero los resultados cosechados hasta el momento no justificaron tamaña inversión y el canibalismo mediático, implacable como es, ya le hizo sentir el rigor al técnico de acuerdo a las expectativas generadas. Sucede que el negocio es divertido -y Ramón Díaz no lo ignora- mientras se gane y no se vean afectados intereses poderosos.

domingo, 24 de febrero de 2008

Símbolos, se necesitan


Por Ariel Scher

fuente Clarín

Emocionado, emocionadísimo, ese hombre del Interior llegó hasta Avellaneda, soportó los soles empecinados de este febrero, se paró en la esquina de las calles Alsina y Bochini, leyó tres veces la palabra "Bochini" y, al final, habló con la boca sabia y con el alma entera. Habló para decir una verdad: "El fútbol no sería fútbol si no tuviera símbolos". Así es.¿Así es o así era? El fútbol funciona ahora como un gran espectáculo capturado por la economía de mercado. Y la economía de mercado ubica a los símbolos del fútbol (las camisetas, los jugadores, lo que sea) igual que a todos los símbolos: son mercaderías. Los arrasa, los altera o trata de apropiárselos.Todos los intermediarios y montones de dirigentes prefieren comprar y vender jugadores más que apostar a que sean símbolos. A diferencia de lo que sucedía en épocas de negocios más chicos y menos vertiginosos, los hacen jugar un rato en un club, otro rato en otro club y luego en un club más. No anudan pertenencias. Están de paso y la gente los percibe de paso. Imposible que se vuelvan símbolos.Hay instituciones poderosas de Europa que trabajan el tema. Saben que necesitan símbolos y elaboran estrategias para construirlos o mantenerlos. No surge del azar la decisión del Real Madrid (una entidad experta en activar su simbología) de que Raúl e Iker Casillas firmen contratos que los liguen al club de por vida. No es casual que, al llegar al Liverpool desde el Atlético de Madrid, al delantero Fernando Torres le enseñaran la historia mítica a la que se sumaba. No sorprende que el Milan le avise al mundo que Paolo Maldini jugó para el equipo 1.000 partidos. No es ilógico que -muchas veces por falta de políticas; muchas otras por falta de dinero- la mayoría de los clubes argentinos ahora no consoliden Jugadores/símbolos.Ocurre que el fútbol es muchas cuestiones, pero sobre todo es una identidad. Y una identidad es una memoria que se sostiene, una historia que continúa y unos símbolos que conmueven. Habría cien maneras de explicarlo, pero ninguna tan eficaz como ver a ese hincha que no para de mirar la esquina de Alsina y Bochini. Se sigue emocionando.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Tiene que cambiar


La victoria ante Sarmiento, trabajosa y necesaria, debe haber generado preocupación en Floresta. Si bien se dejó atrás otro rival directo al título -Morón, los juninenses y Comunicaciones alentaban esperanzas de arrimarse al puntero - persisten problemas de funcionamiento a esta altura delicados. Es evidente que All Boys sufre horrores cuando no tiene la pelota y lo atacan. Ausente Zárate, estacionado Vieytes en la franja izquierda, aislado Scamporrino, solo el empuje de Fernando Sánchez puede contener los ataques adversarios y oxigenar la zona media.
Sarmiento, que sabe a qué juega y defiende criteriosamente la pelota, lo complicó en varios tramos del partido y hasta pudo ganar de no mediar las atajadas de Cambiasso (debía una actuación consagratoria, Nico). La disyuntiva, entonces, parece enfocada a cómo reforzar el mediocampo: ¿se necesita otro recuperador que ayude a Darío Stefanatto y Sánchez? O, más ambiosos, el ingreso de Simón Ramírez -volante creativo y autor de un golazo- puede ser el socio ideal que necesita Zárate para liberar a Scamporrino y abastacer a Solchaga, único punta.
En un campeonato en el cual solo sirve sumar, hasta el más novato intuye que la mejor estrategia para defenderse es juntar a quienes saben cuidar el balón. El técnico, responsable de impartirle conceptos claros a los futbolistas, dispone de tiempo para corregir errores y no frustar la enorme ilusión de un barrio entero.

martes, 19 de febrero de 2008

Elogio de la desdicha


De confeccionar un ranking de clubes confinados al sufrimiento permanente, Gimnasia, el viejo lobizón, no debiera estar ausente de esa lista. Con 120 años de existencia, su sinuoso y desafortunado andar en el profesionalismo computa apenas una Copa Centenario obtenida en 1993 (ninguneada por la AFA y el mundo del fútbol sin razones válidas), tres ascensos (1944, 1947, 1952) y una sucesión de buenas campañas abortadas en la recta final. No es para victimizar a nadie, pero la gloria, esa que alcanzaron clubes con menos nombre, nunca se tiñó de azul y blanco.
Sin embargo y debido a los insondables misterios del fútbol, el lobo moviliza multitudes a lo largo y ancho del país. El diario Página 12, en diciembre de 2006, publicó un informe en el cual el 20, 5 % de los platenses manifestó ser de Gimnasia contra el 19,8 % de Estudiantes.
Y si bien el dato (siempre discutible, claro) haya sufrido modificaciones tras el título y la paliza histórica en el clásico de ese año (7-0), cabe interrogarse por qué secreta razón el lobo tiene una cantidad significativa de adherentes incondicionales.
Hurgando en el acervo futbolero del club, encontramos hechos, nombres y curiosidades para detener el ojo. Una serie de campañas inolvidables enorgullecen al pueblo tripero. Por ejemplo, aquél plantel del 33, apodado "El Expreso"y dirigido por el húngaro Emérito Hirschl, fue una auténtica aplanadora que conmovió al fútbol criollo. Más tarde, llegó el gran equipo del 62 que originó el mote de "lobo", desde entonces palabra imposible de no asociarla a Gimnasia, sea éste de La Plata, Mendoza, Jujuy, Salta, Tucumán, o Comodoro Rivadavia. La "Barredora", recordada formación en el 70, pudo romper el maleficio de no ser por esos anzuelos que se cruzan cada tanto en la vida del club: un conflicto económico con los dirigentes hicieron que un racimo de juveniles se presentarán en la semifinal con Rosario Central. ¿Resultado? 0-3 y adiós al campeonato.
Existen, no obstante, otros elementos distintivos. Por caso, la cifra de jugadores uruguayos que vistieron la azul y blanca asciende a más de 40. Brotan los nombres que dejaron una huella en la memoria de los hinchas: Hugo Guerra (29 goles), Pablo Bengoechea, Guillermo Sanguinetti (390 partidos), Fernando "Nano" Saraiba, Gonzalo Vargas (goleador Clasura 2006), Diego Alonso (retornó al club en 2008), entre otros. Más todavía: el oriental José Perdomo, de pocos partidos en La Plata, fue el autor del gol a Estudiantes en 1992 bautizado como "terremoto", dado el estruendoso festejo en la ciudad.
Claro que en la galería de ilustres aparecen otros apellidos. Sin diferenciar épocas y cantidad de partidos en el club, Francisco Varallo, Hugo Gatti, Carlos Della Savia, Alberto Márcico, los hermanos Barros Schelotto, el "Muerto" Pedraza, Carlos Carrió, Gustavo Moriconi, entre muchos nombres, también aportaron juego y corazon para adosarle grandeza a la institución y ganarse el afecto popular .
En definitiva, parece que no siempre se trata de coleccionar estrellitas. Mucho menos hacer del sufrimiento virtud. Después de los subcampeonatos en el 95, 96, 98, 2002 y 2005 (tres con Griguol, uno con Ramaciotti y otro con Troglio), el flamante técnico, Guillermo Sanguinetti, es consciente del despojo pergeñado por Juan José Muñoz (ex Presidente) y sabe, también, de la deshonra propia ante tanto grito atragantado y tanta película exitante del lado de enfrente.
Ergo, aunque suene a enunciado demagógico o deseo a viva voz, una hinchada fiel y numerosa como la de Gimnasia merece que al Topo le vaya bien.

martes, 12 de febrero de 2008

Función Privada, Función Pública

Sellado el acuerdo entre la AFA, Torneos y Competencias y el Gobierno Nacional, se desataron encendidos debates ligados al retorno del fútbol grande a la televisión pública. Por derecha o izquierda, llovieron críticas a la iniciativa promovida por la emisora estatal. "La AFA le cedió el peor partido de la fecha a canal 7", tituló el diario Perfil en su edición digital del viernes 8 de febrero -replicado en La Nación.com-, con objeto de minimizar las negociaciones llevadas a cabo por el canal de aire. Otro cuestionamiento se deslizó en Competencia (Radio Continental), una de las pocas voces opositoras al despojo pergeñado por TyC. Víctor Hugo Morales y su equipo periodístico puntualizaron sobre el presunto colofón del arreglo: "En Córdoba, canal 7 va por cable, están engañando a la gente", se dijo. El portal ideado por Luis Majul (hipercrítico.com) fue más allá y arremetió contra Carlos Asnagui, gerente de programación deportiva del 7, por no montar una transmisión con cámaras propias. "Sucursal de TyC", exageró el sitio. Atendiendo éstos y otros señalamientos, conviene aclarar algunas cuestiones. Por empezar, sería saludable ejercer una lectura menos maniquea y apesadumbrada de los hechos. No es de todos los días anoticiarse que el canal público -y no la señal América cuyo uno de sus dueños es el empresario colombiano Francisco De Narváez- ofrezca un partido en vivo para casi todas las geografías del país. Especialmente, porque los símbolos, la mentada "gestualidad", juegan un papel preponderante si es que se quiere ir a fondo contra la lógica del monopolio. Intermediarios o no en el medio, acuerdos de toma y daca en las sombras, apuesta demagógica del gobierno de turno, la resultante sabe a pequeña victoria aunque victoria al fin. El fútbol, que es popular o no será nada, tiene en el 7 aquello que ninguna de las demás señales de aire (todas privadas) puede ofrecer a los más debiles. Es cierto: se trata de un paso iniciático, muy limitado, pero que abre esperanzas de romper el cerco. Asimismo, ¿será nomás Estudiantes-Banfield el peor partido de la jornada? El pincha, campeón hace poco más de un año y el taladro, tercero en el último torneo, quizás merezcan otro trato. Más: exceptuando a Boca y River, el menú de los restantes codificados pagos a título de qué ameritan una calificación superior al duelo en la Plata. Repasando: San Martín de San Juan-Argentinos, Tigre-Gimnasia y Racing-Olimpo.
En lo que respecta al contenido de la transmisión, se observaron desacoples en la dupla Gustavo Kuffner-Oscar Martínez, algunos problemas de sonido y cierta distorsión en la imagen. Pese a eso, las acciones no llegaban 5 segundos más tarde como ocurrió con la empresa encargada de emitir el encuentro, sino en directo. De pulir esos detalles, la propuesta crecerá en calidad y ganará adeptos. Quién sabe, quizás el próximo torneo haya más televisados por aire. Aunque los llamen clase b y el entretiempo les altere la calma con avances del noticiero TeleSur.

martes, 5 de febrero de 2008

La zona roja

No hablamos de esas esquinas concurridas en los barrios de Palermo, Flores o Constitución. Tampoco de las siluetas que se llevan todas las miradas a la altura de la general Paz. Se trata de algo peor, mucho peor, que esas obscenas imágenes siempre tan condenadas por porteños de moral impoluta. El descenso, en Argentina, produce escozor, pánico, ansiedades indisimulables. Un golpe directo al corazón del hincha, una mancha imborrable en la historia del club, una herida difícil de cicatrizar. "Son de la B, muertos de hambre, no existís, no existís". Los nombres del 'aguante', reconvertido en 'folclore' de acuerdo a esa fabulosa idea televisiva promovida por el joven Martín Souto, allá por 1996.
¿Será para tanto? Un ejemplo de la ficción aporta algunas claves: Discépolo, en el inoxidable filme "El Hincha" (1952), asiste al derrumbe de su querido Victoria. Nada peor que el descenso, nada más decepcionante para quien entregó su tiempo y su vida al oficio de ser hincha. Aunque aquello que parece lesionar definitivamente la razón de sus días en el mundo, la pérdida de sentido, en realidad no sea tan así. Discépolo no puede con su pasión y el director se encarga de hacérnoslo saber. Una conclusión posible es que ningún amante del fútbol escapa a la condición de hincha pese a los espantosos horizontes de nuestros clubes. Más, existen legítimas causas para permitirnos una infidelidad temporaria.
El filme, en realidad, nos sirve para hablar del torneo que se avecina. Como no ocurría hace tiempo, tres instituciones tradicionales y de gran arraigo popular (Newell's, Racing y Rosario Central) ven comprometida su permanencia en la máxima categoría. Y, seguramente, padecerán el campeonato dada la delicada situación en la que se encuentran. No sería extraño observar partidos calientes, hinchas crispados, denuncias al voleo y otro tipo de contuvernios alrededor de un medio plagado de sospechas y suspicacias.
El descenso se sufre, es cierto. Pero la vida, como el personaje encarnado por Discépolo, sigue su curso. Y a veces da revancha.

sábado, 2 de febrero de 2008

Todos somos Maradona

Filoso, agudo, irreverente, contradictorio, no es algo novedoso advertir cómo Diego Maradona altera -casualmente o no-, las agendas periodísticas. Y vaya si mueve el avispero mediático con su andanada de frases que meten el dedo en la llega, algunas muy lúcidas, otras risueñas, otras decididamente fallidas. Lo cierto es que para bien o mal, con o sin razón, nada de lo que diga el diez en cada una de sus apariciones públicas queda librado al azar en el relato noticioso. El periodista Leandro Zanoni, sin ir más lejos, le dedicó una sólida investigación titulada "Vivir en los medios" cuyo núcleo argumental suscitó comentarios como el proferido por el escritor uruguayo, Eduardo Galeano. Dijo el autor de "Días y noches de amor y de guerra": "Este trabajo muestra cómo los grandes medios pueden convertirse en fines y a veces terminan comiendo a quienes de ellos se alimentan".
Claro que los coletazos de este complejo vínculo se hace extensivo a la discusión callejera. A todos nos pasa, en menor o mayor medida, que ante la ausencia de Maradona nos invade un vacío indisimulable, y conjeturamos sobre sus pasos, y lo buscamos en medio de las naderías del periodismo deportivo, y lo esperamos para que arremeta con furia en favor de las causas de los justos.
Si se me concede, entonces, para quienes sufren las contradicciones del otro (como si nadie las tuviera), sería aconsejable recortar un Maradona posible entre tantos Maradonas. Para este cronista: el guevarista y amigo de Fidel Castro, crítico del vaticano, Bush y los otros poderes que el imperio nos enseñó a odiar, protagonista activo de la contracumbre saltando con Chávez al ritmo de una popular de fútbol. En definitiva, es una operación factible para aquellos que alguna vez se emocionaron con Maradona: elegir uno de ellos. Y defenderlo, claro.
Recientemente, luego de sus loas al presidente iraní, el diez le confesó al diario Sun de Inglaterra su arrepentimiento por el famoso gol con la mano en México 86. No faltaron quienes, horrorizados, condenaron su autocrítica. Tal vez a algunos le asista la razón. Maradona moviliza sentimientos profundos entre los que más sufren. Pero no se debe olvidar que una gran mayoría, esa que vive del aire generoso de los medios, nutrió su discurso maloliente de aquél gol ilegítimo como si la venganza se consumara en un campo de juego. O juzgando la maniobra como una 'avivada' merecedora de elogios y risotadas
A este Maradona, que hoy puede reflexionar sin tartamudear, lejos de Argentina, nada de aquello le parece gracioso. Al contrario, le da vergüenza eso que otros festejan en nombre de la patria y la viveza.
Sería saludable, en consecuencia, no incurrir en el grave error de interpretar sus declaraciones como una traición, o como una agachada en el corazón del enemigo. Porque respecto a las agachadas y la entrega de lo propio, conviene recordar que otros influyentes personaje de la historia política argentina lo hicieron antes. Y de verdad.