lunes, 28 de abril de 2008

El último romántico


Era de esperar este desenlace. Ramón Cabrero y el fútbol argentino actual son definitivamente incompatibles. Lo sabía, Ramón.

Nadie puede durar en este medio alejado de polémicas estériles, frases oportunistas y enunciados del "como sea". No alcanza un campeonato, una performance histórica en la Copa Libertadores o un racimo de juveniles promovidos a la primera. Muchísimo menos basta con delinear un estilo fútbolístico capaz de seducir al más imparcial, defender las raíces de siempre o creer que detrás de una camiseta hay identidades profundas y no pilas de billetes a repartir. La dictadura del éxito -y Ramón no lo ignoró nunca- tiene otros códigos, otros lenguajes.

No pudo el entrenador de Lanús y su partida, prevista para junio, ensombrece un escenario de sombras. ¿Habrá lugar para nuevas ilusiones después del Lanús de Cabrero? ¿Un bálsamo a tanto oprobio, tanto "hoy hay que ganar ganar fulanito o menganito", tanto mensaje perverso desde la ralea comunicacional.

Por lo pronto, contentémonos con la huella que dejan los hombres buenos. Lautaro Acosta, juvenil formado en Lanús y pieza clave del título, siente que ninguna gloria, ninguna participación televisiva, ninguna oferta del exterior codiciado, empardará el campeonato conseguido con su club y en su barrio, rodeado de todos los afectos que caben -y se sueñan- a los 20 años: los amigos, la familia, los docentes que dejan huella y la novia. La novia que, señala Acosta, no tiene que ser vedette ni desfilar en los grandes eventos. "La mayoría en Lanús sale con su novia de toda la vida". Para quienes vieron "Made in Lanús", excepcional película de Nelly Fernández Tiscornia, les costará no ligar esta última declaración al papel desempeñado por la "Yoli", encarnada por Leonel Manso. Y la relación no es antojadiza ni casual: se trata del reconocimiento a una mentalidad.

Por eso la sociedad entre Cabrero y este fútbol de ventajas, coimas, revistas del corazón y "vamos a comer a Rodizio", es una sociedad que no podía prolongarse. Hay mucha vida, como pinta la "Yoli", allí, en ese barrio iluminado por la estela de un club, donde la vida transcurre con los afectos de siempre.

lunes, 21 de abril de 2008

Trenes


"Canten, no se escucha, necesitamos que griten (...) Por qué no gritan..", desafía Víctor Zapata, ex Argentinos Juniors, de cara a la parcialidad velezana. Aliento, precisamente, es lo que abunda en Floresta, cerquita de la estación Liniers y lejos de Sarandí, próximo al populoso barrio de Mataderos. Allí, aunque no sea sábado o martes (depende la tevé), juega el puntero de un maratónico campeonato de 42 fechas. Y sobran gritos y voces. El estadio vacío confunde: detrás de cada rostro nervioso, tal vez acechado por las exigencias laborales o las contingencias del hogar, anida un ruidoso fanático. Un hincha.

Sucede que antes de Villa Luro y después de Flores, se cuecen ilusiones en grande. Una peregrinación que lleva 36 fechas y 9 meses, portadora de rabiosa alegría y confiada, muy confiada, en atravesar sin sobresaltos las últimas 6 seis estaciones (Cambaceres, Flandria, Tristán Suárez, Atlanta, Español, Acasusso). El estadio vacío, testigo de pequeñas grandezas, cobija voces entre ansiedades infinitas que llegan del lado de las vías: paciencia, ya va venir.

Una espera, "la doña espera", que el hombre de traje no desconoce, como tampoco la ignoran aquellos señores arrugados del andén o aquél ojeroso pelilargo perdido en la noche. Todos saben lo que duele esperar. Todos sufren por verse diferentes aunque sufirirían mucho más si se viesen iguales.

Alientos y aliento. Un sueño de años que demora tanto como encontrarse a uno mismo: el olor de la infancia, las tardes salpicadas de misterio, esos desencuentros que nos persiguen hasta hoy.

Hasta hoy.

"Por qué no cantan", insiste Zapata.

Llegó la hora de que otros tomen el tren.

miércoles, 16 de abril de 2008

Observatorio de Monopolios


Saludable iniciativa la del Observatorio de Medios promovida por el gobierno nacional. Saludable, claro, en la medida que no se trate de una decisión coyuntural. Más interesante es adentrarse en el devenir del llamado periodismo deportivo.

Preguntas que surgen a partir de la disposición oficial: ¿Y si observamos a trabajadores y pasantes de las grandes cadenas deportivas? ¿Qué prensa tenemos desde que Torneos y Competencias se apropió de casi todo el mercado en 1984? ¿Disminuyó la violencia en el fútbol? ¿Investigó a fondo episodios de corrupción dirigencial? ¿Ayudó a honrar el nombre de plumas inolvidables en el ejercicio del oficio como Dante Panzeri, Osvaldo Ardizzone, Diego Lucero o Félix Frascara, entre otros?
Pese a escasísimas excepciones, el panorama es todo menos alentador. Hace una década, o más, se instaló una idea que obtura hasta hoy cualquier posibilidad de mejoras: "No hacer periodismo de periodistas". Enunciado que evitó debatir las responsibilidad de aquellos que emiten contenidos no siempre ligados a principios éticos. Ni hablemos de quienes amparados por ese acuerdo editorializan como interpretados, esto es, opinólogos y comunicadores siempre alineados a los dictámenes de las empresas periodísticas. Asimismo, y yendo a casos actuales, proliferaron también cronistas de carrera corta que vendieron (venden) su fuerza de trabajo al margen de valores y convicciones.
Más interrogantes: ¿aceptaría Panzeri las regalías de un club millonario? Bernardino Veiga, relator boquense en épocas pasadas, ¿silenciaría su crítica ante hinchas imposibilitados de ver a sus colores amados? Imposible saberlo aunque un dato arroja alguna pista: en aquél tiempo no existía un monopolio en el ámbito deportivo.
Aún así, no todo parece resuelto. Las audiencias ya no comen vidrio ni el escenario se vislumbra como hace 10 años. Sería interesante, en consecuencia, aprovechar nuestros canales expresivos para denunciar, informar y polemizar libremente, identificando el enemigo, hurgando entre filtraciones. Y observar a los medios del régimen para decirles que no todo sale gratis. Detrás de cada operación alevosa o primicia infundada, hay alguien -una ley, un grupo de investigadores honestos, un blog comprometido con transformar las cosas- que los está mirando.

martes, 8 de abril de 2008

Decires


La polémica declaración de Leandro Gioda, back de Independiente, sugiere algunas consideraciones. Repasando sus dichos, "no pagaría una entrada para ir a putear", cabe reponer los mundos que separan a jugadores de hinchas. No es algo novedoso, pero la muletilla "uno es profesional" -como se ufanan los players- tiene derivaciones imprevisibles no siempre contempladas por quienes las pronuncian.
Basta observar la tabla de posiciones, o remitirse a las últimas temporadas del rojo, para conjeturar lo riesgoso de la frase en un medio que destila exitismo. Primer análisis: Gioda pecó de ingenuidad o de escaso conocimiento del ambiente en el cual 'trabaja', de acuerdo a sus deberes profesionales.
Pero además, el zaguero golpeó de lleno en el motor que sostiene este deporte: la pasión y la necesaria identificación entre jugadores y público. Los dichos del ex Lanús jaquean ese contrato ligado íntimamente a los afectos. Segunda lectura, entonces: hay quienes aún no advierten que no todo es lo mismo para quienes invierten tiempo y dinero en sostener ese contrato.

Una tercera cuestión se vincula a las repercusiones de lo que se dice. Quince o veinte años atrás había menos cuidado en las declaraciones, entre otras razones, porque no existía un diario deportivo ni radios deportivas ni pantallas transmitiendo fútbol en continuado. Hoy, la frase en el diario la levanta el programa del mediodía, se prolonga en el magazine de la tarde y finaliza en los noticiosos de la noche. En consecuencia, y sin computar editoriales de cronistas o conductores, Gioda dijo lo que dijo no menos de diez veces.
Amplificación que, vale señalar, se produce dada la imprescindible cuota de escándalos que exigen determinados medios.
Finalmente, resultan cuanto menos curiosas algunas reflexiones en Independiente. Daniel Montenegro, figura del diablo, negó rendir exámen como si alguien (no solo del fútbol) pudiera darse ese infecundo lujo. De Pedro Troglio, ex deté, conviene no abundar en su riquísimo acervo de lugares comunes ("si no ganás el próximo partido el triunfo no sirve", "los técnicos convivimos con la peor parte", etc.). Aunque, eso sí, cabe apuntar que nadie obligó al ex subcampeón mundial en Italia 90 a elegir la profesión que denigra. En cualquier caso, la presunta crítica ante un sistema perverso debiera atender otras miserias aceptadas por Troglio y colegas.
Gioda, acaso infelizmente, viene a completar el círculo de declaraciones fallidas. Y para bien o mal, hace rato que el partido se juega en otra parte.