Por historia, juego e intereses económicos, San Lorenzo y Boca prometen un duelo cerrado y áspero pensando en la definición del apertura. El premio en danza, billetes aparte, es doble o triple de acuerdo a quiénes evalúan. Para el xeneize, implicaría abortar una racha de dos años (4 campeonatos cortos) sin títulos locales y el consecuente relanzamiento de Carlos Ischia, el entrenador más comprometido con el proyecto juvenil-mediático impulsado por la dirigencia. De la vereda opuesta, la undécima estrella renovaría ilusiones en Boedo y barrios afines e involucra a hinchas -que celebrarán acercarse a Independiente en la tabla general de títulos-, Miguel Russo y cuerpo técnico, oportunamente cesanteados por el rival en cuestión, y el mentado grupo inversor, expectante de consagrar sus aportes en el publicitado crecimiento institucional.
Sin embargo, y más allá de efectos colaterales, bueno es puntualizar el camino que deberán transitar uno y otro si quieren arribar a tales logros. Y allí San Lorenzo enfrentará un fixture espinoso y cargado de dificultades, con rivales que ven en el santo la encarnación de todos los males. Vélez, Boca, Racing, Newell's, Huracán y Argentinos, todos de visitante, revistan como escollos gravitantes para el ánimo colectivo y la suma final de puntos. En tanto Boca, pese a un calendario bondadoso en relación a sus oponentes locales, afronta competencias en simúltaneo y alista jugadores requeridos por los seleccionados continentales. Del once ideal/titular, Cáceres, Morel Rodríguez, Vargas, Battaglia y Riquelme suelen no escatimar esfuerzos en las reñidas eliminatorias mundialistas.
Ambos vienen de un semestre ajetreado, con alegrías, enojos y matices. La hazaña cuerva en River y la digna copa libertadores jugada por los xeneizes constituyen avales que, simultáneamente, renuevan urgencias. Jugadas ocho fechas, el escenario actual no admite errores estrátegicos ni defecciones en continuado. Más que disfrutar de su buen juego, o ceñirse a procesos madurativos de los clubes, los dos necesitan ganar proyectando desafíos futuros.
Y ganar para ser supone no apartarse del principio básico de toda empresa, la linealidad absoluta. El paradigma futbolero de época, la implacable ley del éxito, cuando se triunfa a medias concede reconocimientos una vez. Dos no.