viernes, 30 de octubre de 2009

Derivas

All Boys transita el torneo de la B Nacional de modo irregular, casi de compromiso podríamos decir. Pese a contar con un buen plantel, estar al día con salarios y primas de los jugadores, reestructurar su estadio y disponer de nuevos terrenos para apuntalar sus auspiciosas divisiones inferiores, el equipo de fútbol parece una isla dentro de un club que creció como nunca de la mano de Roberto Bugallo, promisorio dirigente que aportó para conseguir el ansiado ascenso a la B Nacional y asimismo generó dependencias extremas. Tan fuerte es la gestión Bugallo que la remozada tribuna Chivilcoy lleva su nombre, un hecho casi inédito en el fútbol del ascenso.

Decimos que es una isla porque el cuadro dirigido por José Romero se exhibe carente de espíritu, sin fuego sagrado, mediocre en sus objetivos, como si fuera la representación de una entidad abandonada y a la deriva. Hay atenuantes, claro: la segunda categoría es competitiva como pocas y los clubes de la zona metropolitana batallan contra instituciones del interior del país con otro respaldo, apoyadas por multitudes dado que son, en muchos casos, referencias primeras de sus respectivas provincias.

No obstante All Boys tiene también respaldo en su hombre fuerte. Habrá que pensar seriamente si, aceptada la llegada y la influencia del dirigente emprendedor, no será hora de abrir el juego a otras voces, otros aportes, para proyectar en el fútbol metas más acordes con el paisaje exterior al campo de juego.

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