Desafiante y escudado por la múltitud de cámaras, plumas y micrófonos amigos, Carlos Bilardo intentó reavivar una vieja polémica en su primera aparición pública como secretario técnico del seleccionado. "Están muy
flu", espetó ante los cronistas, en un mensaje supuestamente dirigido a un sector del periodismo que desde hace décadas no comulga con su ideario futbolero ni sus procederes dentro y fuera del rectángulo.
Una particular observación la del ex entrenador de Estudiantes, Deportivo Cali y la selección de Libia, empecinado en reponer un debate que marcó a fuego al fútbol argentino pero que se vislumbra agotado. Y si no está agotado, persiste como rémora de enriquecedoras discusiones en torno al juego y sus implicancias. Nada más.
Deberá Bilardo, en consecuencia y si es que no lo sabe, revisar opiniones actuales y asomarse al mundo que lo rodea. Pasados los fuegos del 86 y el 90, si de algo puede estar tranquilo es del reaseguro anímico y profesional que le profesan los medios de comunicación a los cuales desafió en la conferencia de prensa. Con múltiples y habilísimas estrategias, cabe reconocer. Por las pantallas desfilan el loco, el divertido, el obsesivo trabajador, el ganador nato, el gran conductor, el sabio profeta, el estudioso obstinado, el indicado para todos los cargos, el revolucionario de un tiempo que lo extraña y exige su retorno. Pues bien, llegó el turno de Bilardo, ahora en su flamante cargo de supervisor. Pero atención: las fructíferas polémicas se apagaron como su ciclo de entrenador del seleccionado y pertenecen a una época sepultada en su propia crónica.
Otro tiempo
El periodista Jorge Búsico, precisamente, opinó con acierto sobre este malentendido en el semanario Miradas al Sur. "El hombre pidió que esta nueva etapa de la selección no fuera algo 'flu', que quería más críticas y palos. Sabe que no será así. Si alguna vez hubo un debate futbolero entre las líneas que supuestamente sostenían Menotti y Bilardo, ese debate ya no existe desde hace un tiempo porque lo ganó ampliamente Bilardo gracias a las loas que recibe de empresarios y periodistas ligados al fútbol. En la televisión, los defensores de Bilardo se esparcen por todos lados: desde el canal Encuentro hasta los programas de chimentos. Y en la radio, de una punta a la otra del dial, salvo con un par de excepciones. Habrá 'flu' -según su diccionario- desde ese lado".
El comentario refuerza la teoría de que nada de lo que dice y hace Bilardo es casual. Consciente de los favores y apoyos que recibe y recibirá, le ofrendó a todos -amigos y enemigos- la prueba de su triunfo en el regreso a la selección. Como si se tratara de una batalla sin vencedores, fingió actualizar la vieja disputa futbolera con un segmento del periodismo. Pero, en realidad, aquella batalla terminó pese a que no se diga. Por eso, tal vez el Narigón y sus serviles operadores hayan disfrutado como pocas veces su triunfo, perdurable triunfo vale decir.
Y en parte lo es: significativas porciones de hinchas-consumidores que avalan el despojo de la AFA, los mandatos de ganar o morir, el negocio televisivo, las ocurrencias de Héctor Veira y aquellos actos criminales como descomponer a un rival o pisarlo, son muestras inapelables de que, literalmente o no, Bilardo y los suyos vienen ganando por robo.
De modo que nada debiera preocupar al ex entrenador excepto la lucha contra el tiempo (su tiempo) y ese minísculo grupo que aún lo combate en los márgenes de la prensa masiva. Cerrada una fase del debate, la del bilardismo-menottismo, en esa delgada línea que media entre lo perdurable y un genuino deseo de cambio, acaso se abra una zona para la continuidad del litigio. Con otras características, otros lenguajes y, ojalá, otras consecuencias.