Sorprende cada vez menos que los dirigentes de River persistan en una política fallida, improvisada, confusa. No alcanzan los papelones deportivos ni las feroces resistencias que generan en el ambiente y en sus hinchas para intentar otro camino, menos escandaloso y más sensato. Iniciado el receso, y ya con Ortega nuevamente en el plantel, se sucedieron una serie de episodios repudiables en el club. Pura lógica.
Gerlo, uno de los más queridos por el hincha a raíz de su esfuerzo y su empeño por no acumular papelones, fue desafectado con argumentos pobres, risueños podríamos decir. Abelairas manifiesta abiertamente su amor por Diego Simeone sin intentar siquiera una revancha personal. Buonanotte se despidió anticipadamente en otro bochorno imposible de aceptar. Augusto Fernández reclama refuerzos de jerarquía, con más tino y más perspicacia que sus superiores.
Resulta evidente que nada se hace para esquivar otra campaña mediocre. Aguilar seguramente apelará a los "4 títulos locales" y un fútbol corroído por el exitismo. Pero a no confundir imaginarios sociales de época con torpezas y miopías dirigenciales que no tienen explicación racional.
O sí: es lógico y racional que River repita la ubicación que supo merecer a fines del año pasado.
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