martes, 20 de mayo de 2008

El Nosotros de River


El sentido de pertenencia es un factor prioritario a la hora de explicar la trascendencia del fútbol: su pasión desmedida, su rol en el tejido social, su influjo poderoso en los ánimos colectivos. Acentuado en los últimos años por atrevesamientos múltiples (ausencia de otros campos de referencia, auge de lógicas massmediáticas, novedosas estéticas juveniles), se trata de un elemento vital en el imaginario de los hinchas, sea para afirmarse o diferenciarse ante los otros. También para dotar de mística a un club.

El calamitoso presente de River admite ejercitar interrogantes emparentados a biografías, identidades y viejos estigmas. ¿Qué emblemas propios resisten a las profundas divisiones que azotan a la entidad millonaria? ¿Hay sentido de pertenencia? Más crudamente: ¿Existen sólidos argumentos que delimitan un nosotros y ellos? En principio cabe no eludir la decisiva responsabilidad de la dirigencia ante semejante desmadre deportivo e institucional. Al cabo, lo que transmite el fútbol de River es el fiel espejo de quienes lo conducen.


Ahora bien, el desmanejo dirigencial tuvo ramificaciones inesperadas. Lo que antes era (es) culpa de una gestión oscura hoy se extiende al público e interpela de lleno a los hinchas. Nueva incógnita: ¿quién quiere ser hoy de River? Ensayando un arbitrario pronóstico, difícilmente haya masivas adhesiones a la causa de la banda roja tras los últimos episodios. ¿Por qué? Porque River actualmente es todo menos un club del que alguien quiera ser parte.


Y aquí entran a tallar los componentes: el equipo hace rato no tiene una actuación consagratoria amén de la escasez de títulos, los dirigentes no logran dar respuestas ni éticas ni competentes a los mandatos de una institución modelo décadas pasadas, la barrabrava irradió de violencia cada rincón del Monumental y la hinchada sin armas convivirá por años con las acusaciones de Oscar Ahumada y el infeliz gesto de un sector del público en arrojarle maíz a sus representados. Lo que emerge, por tanto, es un cuerpo fragmentado y enfermo.


En consecuencia, y empezando por la imprescindible renovación dirigencial, River deberá recurrir a un sentido de pertenencia borrosamente presente en la memoria de sus hinchas. Acaso sea el retorno a la escuela de Pinino Más y Reinaldo Merlo, la búsqueda de una señal compartida o la apuesta a sembrar otro horizonte desde la primera edad. Como fuera, la tarea demandará no menos de 10 años.


En tiempos de identidades volátiles y pleno apogeo de la ley del éxito, habrá que ver si un nuevo Nosotros le alcanza para ser.


1 comentario:

Miedo Escénico dijo...

es dificíl el tema del "nosotros" en el fútbol en general me parece...
creo que hoy lamentablemente hablamos de identidades perdidas en cualquier aspecto de la sociedad, y ni hablar del fútbol ....
como dijo el ruso verea alguna vez... "hoy parece q el protagonista es la tribuna ... para eso organizemos un partido entre tribunas"

esta falta del nosotros tiene que ver con la ausencia de identidades a nivel general.

triste pero real, que las pequeñas cosas nos mantengan vivos ... a nosotros y al fútbol.

un abrazo.