Como es costumbre, el receso invernal dispara debates de todos los colores. Se siente la falta de fútbol -la Major Soccer es peor que los partidos promocionales de Messi, Ronaldinho, etc- y los temas abundan en la desmesurada agenda futbolera. Uno de ellos, acaso por tratarse de un arco embrujado en la dos últimas décadas, ganó minutos y tinta en diferentes medios.
Se sabe, atajar en River implica recibir una multitud de miradas no siempre indulgentes. Basta recordar que ni Angel Comizzo ni Juan Pablo Carrizo, dos ídolos, escaparon del severo veredicto de los hinchas millonarios. Habría que remontarse al ciclo victorioso de Nery Pumpido, allá por los 80, para encontrar un apellido con consenso mayoritario. Del santrafesino en adelante, algunos nombres: Sergio Goycoechea, José Miguel, Javier Sodero, Javier Zeoli, Joaquín Irigoytía, Germán Burgos, Roberto Bonano, Franco Constanzo, José María Bulbubasich, Germán Lux, Alejandro Saccone, Jose María Ojeda.
Lo cierto es que, transferido Carrizo al calcio italiano, se abre un lugar para dos aspirantes: el rosario Ojeda -de un puñado de partidos en River- y Daniel Vega, procedente de Nueva Chicago cuyo 50 % del pase fue adquirido por la gestión Aguilar en la friolera de 500 mil dólares. De buen arranque el ex Central, muy pronto sintió el rigor del puesto aunque la cantidad de partidos jugados desestiman un juicio categórico.
Más crédito, en cambio, tiene Vega quien reúne interesantes atributos: buenos reflejos, personalidad y solvencia. Si bien no faltarán aquellos que objeten sus antecedentes, vale refrescar el ejemplo de Mauricio Caranta en Boca (debutó exitosamente en Instituto y tuvo un paso irregular en México) y el histórico ascenso de Mataderos en 2006 en el cual sobresalió el guardavalla. Una más para los exigentes: en el descenso de la institución verdinegra en 2007, el titular fue un experimentado golero que supo ser ídolo de dos clubes grandes.
Razonablemente preocupado el técnico Simeone en contratar otro arquero (Andújar, Navarro, Franco, y no menos de 6 nombres más según algunos cronistas visionarios), de no llegar nadie, Vega merece un destino más activo que el tibio remanso del banco de suplentes. Su alta cotización justifica sucesivas pruebas en el desproporcionado arco millonario.
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