En medio de un debate futbolero interesante sobre estilos y modos de entender el triunfo, la figura de Juan Sebastián Verón ocupó el centro de la escena tras un nuevo logro internacional de Estudiantes de la Plata. Y no hay razones para objetarlo: ese nombre es sinómino de gloria. Por su papá, Juan Ramón, integrante del controvertido equipo campeón dirigido por Osvaldo Zubeldía y por el legado intransferible de un club y de una ciudad que viven de manera especial sus éxitos y fracasos deportivos. También el apellido Verón es sinónimo de cuentas pendientes y debates no saldados.
Se dijo, con acierto, que La Brujita divide aguas de acuerdo con la opinión de los hinchas. Algo similar ocurre con Riquelme y Ortega. Todos ellos cargan con presiones del ambiente, idolatrías contradictorias, interpretaciones prematuras. Pasado y presente que alimentan sus respectivas figuras y sus rostros polémicos. En el caso de la Brujita, cabe reconocer que llegó bajo una lluvia de críticas en 2006 y, progresivamente, revirtió la desteñida imagen que dejó en Corea-Japón. Difícil y compleja misión. Hace falta coraje, amor propio y condiciones fútbolísticas para lograr nuevos consensos. También hacen falta aliados influyentes para relanzar una carrera y comunicar eficazmente cada logro deportivo.
No obstante, conviene resaltar la performance de Verón como referente y conductor de un equipo con altos valores. Un estratega formidable capaz de abrir la noche de Bello Horizonte, un apellido que es historia pura de nuestro fútbol, un jugador propenso a blancos y negros, jamás grises. Alguien que, por momentos, se anima a confrontar valientemente con una porción pequeña del poder.
-"Pese a tu gran presente deportivo, la gente todavía recuerda el mundial del 2002, ¿qué tenés para decir ante las críticas", inquirió con morbo el periodista de rancios bigotes.
-"¿Quién es la gente? ¿Vos sos la gente?", respondió el jugador.
Se nota que las críticas repercutieron y no hay ni habrá modo de conformar a todos. Con un agravante: el periodista preguntó con las simplificaciones y los esquematismos de este tiempo.
El Verón conductor, en consecuencia, exhibe un rostro maldito no del todo conocido pero que, de repetirse, vale la pena seguir de cerca. Un Verón con poder configura una leve amenaza para jugadores, dirigentes y desprevenidos periodistas.
1 comentario:
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