La inminente salida de Ariel Ortega ofrece elementos de análisis sociológicos/psicológicos/médicos que no es materia ni mucho menos pretende abordar este blog. Contentémonos con señalar algunos aspectos del escenario inmediato que, según parece, encontrará al jujeño regalando gambetas en el fútbol árabe y a River con un (enorme) problema menos.
De movida, cabe reseñar los frescos antecedentes del burro: cocazo a Van der Sar y primera muestra del síntoma, algunos goles en España-Italia y tranco fallido por la competitiva liga turca con tramitaciones económicas pendientes, nuevo retorno a la Argentina y nuevos títulos locales aunque con distintas camisetas, iluminadas actuaciones ante su ex entidad con esmero inusitado y vuelta, finalmente, al club que lo vio nacer y que ahora negocia su retiro.
Con su habitual muñeca, José María Aguilar estiró una agonía precipitada por sus sucesivos desplantes, su adicción avanzada, su negación a que el tiempo, irremediable y cruel, también pasa para los ídolos. Una vez más, Simeone evita el naufragio de la institución: basta constatar que su sola presencia -no contaminada de euros españoles, amor a las barras y cuentas locarnianas- libera al millonario de un conflicto serio que amenazaba con propagarse puertas adentro dado la inequívoca ecuación planteada por circuntancias que hasta un púber advierte con antelación: o se iba el burro o el Cholo adelantaba su regreso a Madrid. Asimismo, y no es un dato menor, el caso Ortega revela la complejidad de poner orden en ese club.
De aquí en adelante, entonces, River podrá ganar o perder, salir primero o último, ganar Copas internacionales o copitas estivales, pero indudablemente esta determinación del deté abre las puertas para un camino menos ríspido, más sano, cuyo horizonte final estará en diciembre de 2009.
Por lo demás -y de no mediar otra sorpresa de Aguilar-, Ortega deja River siendo campeón, con goles inmortalizados en el alma de los hinchas y una herida que costará reparar. La historia, a diferencia del vicepresidente Cobos, seguramente lo juzgará mejor.
De movida, cabe reseñar los frescos antecedentes del burro: cocazo a Van der Sar y primera muestra del síntoma, algunos goles en España-Italia y tranco fallido por la competitiva liga turca con tramitaciones económicas pendientes, nuevo retorno a la Argentina y nuevos títulos locales aunque con distintas camisetas, iluminadas actuaciones ante su ex entidad con esmero inusitado y vuelta, finalmente, al club que lo vio nacer y que ahora negocia su retiro.
Con su habitual muñeca, José María Aguilar estiró una agonía precipitada por sus sucesivos desplantes, su adicción avanzada, su negación a que el tiempo, irremediable y cruel, también pasa para los ídolos. Una vez más, Simeone evita el naufragio de la institución: basta constatar que su sola presencia -no contaminada de euros españoles, amor a las barras y cuentas locarnianas- libera al millonario de un conflicto serio que amenazaba con propagarse puertas adentro dado la inequívoca ecuación planteada por circuntancias que hasta un púber advierte con antelación: o se iba el burro o el Cholo adelantaba su regreso a Madrid. Asimismo, y no es un dato menor, el caso Ortega revela la complejidad de poner orden en ese club.
De aquí en adelante, entonces, River podrá ganar o perder, salir primero o último, ganar Copas internacionales o copitas estivales, pero indudablemente esta determinación del deté abre las puertas para un camino menos ríspido, más sano, cuyo horizonte final estará en diciembre de 2009.
Por lo demás -y de no mediar otra sorpresa de Aguilar-, Ortega deja River siendo campeón, con goles inmortalizados en el alma de los hinchas y una herida que costará reparar. La historia, a diferencia del vicepresidente Cobos, seguramente lo juzgará mejor.
2 comentarios:
Creo que no hay nada que siga perjudicando más al Burro que se hable de su enfermedad en todos lados. Acá le va a costar mucho curarse, aunque esta enfermedad no se cura
Parece que va a Independiente de Mendoza...
www.muymerengue.com
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