Marcelo Bielsa es, indudablemente, un técnico que genera controversias. Por su ideario futbolero, por sus modos de manejarse con medios podersos y por despojar de dramatismo a un ambiente corroído por el exitismo. Denigrado en la derrota, todavía convive con deudas que, además de restarle energía, maldice en su intimidad pese a refugios, exilios, apoyos del mentado entorno. ¿Cuáles? El mundial Corea-Japón 2002. Sin embargo, sus admiradores sabrán aceptar que no todo en Bielsa es altruismo puro. Permitirse disfrutar cuando sus equipos juegan bien, saber que no hay fórmulas mágicas para reducir la influencia del azar y reconocer que el número 10, el querido enganche, explica buena parte del atractivo de este deporte revistan como flaquezas del entrenador rosarino. Las fortalezas, claro, son muchas.Basta observar cómo juega la selección chilena. Números al margen (3º en la tabla, clasifica por ahora al mundial de Sudáfrica), resulta evidente que hay un plan estratégicamente diseñado por el ex conductor de Argentina. Protagonismo en todas las canchas, voracidad ofensiva, temple ante la adversidad son algunas de las cualidades del equipo trasandino modelo Bielsa(*). A lo que se añade, además, un puñado de jugadores que juegan bárbaro: Humberto Suazo, Matías Fernández y Alexis Sánchez, los más destacados.De persistir en esta tendencia, el fútbol chileno ingresará, más temprano que tarde, a una nueva etapa. Que obedece, fundamentalmente, a un cambio de mentalidad en la indiosincracia del jugador chileno. En su manera de sentir y entender el juego. Un dato: lejos de ser eterno partenaire en las competencias importantes, el equipo trasandino viene exhibiendo un sostenido crecimiento en base a garra, buen juego y, sobre todo, un estilo reconocible. Algunos ejemplos recientes: ganó por demolición ante Argentina y ante Perú aprobó con holgura en el ítem carácter. En definitiva, así como alguna vez los colombianos enriquecieron su juego tras el desembarco de Pederna y otros argentinos hace más de medio siglo, los aportes conceptuales de un entrenador puede darle un salto de calidad a los chilenos. Por ahora se trata de proyecciones, aunque se vislumbra que nada será igual en Chile después de Bielsa.
(*) no se aborda aquí la presunta -y sobredimensionada- influencia de los técnicos como únicos responsables de las victorias o derrotas, sino las ideas y su mirada en torno al juego.
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