¿Puede el deporte trascender al deporte? Tal vez. La revolución futbolística de Cappa está escrita, observada y escuchada. No abundaremos en ello. Pero ocurre que el fútbol es una caja de resonancia del termómetro de una sociedad, de sus síntomas y de sus miserias, de sus expectativas y también de sus fracasos irreparables. Los dueños del fútbol han intentado horadar de mil maneras este juego convertido en negocio fraudulento y espectáculo televisivo para pocos. Sin embargo, pareciera que siempre hay una hendija para creer en pequeñas barricadas o, simplemente, creer en que podemos disfrutar sin morbo, farándula, crónica roja, lecciones de alfileres y tickets a restaurantes cinco estrellas. El deporte, un equipo que lo dignifica, promueve contagios masivos cuando los objetivos están claramente explicitados y cuando la propuesta contiene ética, eficacia y belleza. La consecuencia emerge demoledora: sin trampa hay otro fútbol y ese fútbol supo emocionar a millones de futboleros en nuestro país. Por eso la inusitada repercusión de Huracán, al margen de elogios contaminados de exitismo que proliferan con fruición. Huracán, sin embargo, es testimonio de una época y sus laberintos. De un lado, la felicidad de miles de hinchas que, en su mayoría, no conciben ni piensan en las novias de De Federico, el mercado de pases o las declaraciones picantes del mediodía. Del otro, sectores ajenos al sentimiento de todo un barrio que, curiosamente, dicen amar y defender. He allí un fracaso irreparable. Claro que los núcleos de resistencia alientan a derrotar los males de un tiempo donde importa menos el deporte que el espectáculo del deporte. La violencia en Patricios, fogoneada por el poder del fútbol, es señal de que debemos bregar por muchos Cappas y muchos Huracán. De eso trata el deporte que trasciende al deporte y he allí su formidable capacidad de transformación.
jueves, 25 de junio de 2009
sábado, 20 de junio de 2009
Meta y meta
All Boys terminó el período 2008/2009 con resultados acordes a los esperados y algunas señales alentadoras. En principio, cabe resaltar la labor del blanco y negro en una categoría difícil, con jugadores de primer nivel y muy competitiva si consideramos que los enfrentamientos contemplan barrios versus localidades y/o provincias. Los 50 puntos cosechados son muchos a luz de los ítems consignados anteriormente. A lo que se añaden los nervios del retorno a la B nacional tras 7 años, y varias lesiones que complejizaron el panorama por tratarse de puestos claves (Stefanatto, pilar del medio, reapareció en la segunda rueda luego de lesionarse ante la lepra mendocina; y Ariel Zárate, Pablo Solchaga y German Scamporrino -claves en el ascenso y en el circuito futbolero en la 07/08- no lograron ensamblar producto de sus respectivas ausencias en diferentes tramos del torneo).
En ese marco, no jugar las promos de abajo y arriba suena lógico. A veces la transición resulta beneficiosa para clubes acostumbrados a remar contra la corriente y sumidos en crónicos padecimientos deportivos/institucionales. El análisis, de todos modos, no debe omitir que All Boys jugó regular, y a veces muy mal, teniendo un plantel calificado y sustancioso. Más; no exageran quienes argumentan que el equipo de José Romero debió finalizar con 10 puntos más, y aliviado del descenso unas cuantas fechas antes del epílogo. Entre las principales causas asoma el no saber exprimir la condición de local en el comienzo del torneo (recién ganó en la 18º de la primera rueda, 3-1 a Unión).
Preferimos, cumplido el objetivo de sostener la categoría, mirar el vaso medio lleno. Allí encontraremos una serie de hechos para destacar: la aparición/confirmación de Emanuel Gigliotti, el reemplazo de Hernán Grana con el rosarino Cristián Vella, la tremenda racha contra clubes porteños (All Boys le ganó a Platense -1-0 y 2-1-, Ferro -3-2 y 1-0, Almagro -2-1 y 2-0), la vigencia del binomio Solchaga-Zárate al aportar goles claves en momentos calientes del campeonato, el repunte de Nico Cambiasso con dos actuaciones consagratorias (San Martín SJ y Atlético Rafaela, ambos de visitante) y mantener a Pepe Romero todo el campeonato.
Como se advierte, no es poco para un redebut en la primera divisional del ascenso que, algún día, el club puede proponerse abandonar de una buena vez.
lunes, 15 de junio de 2009
Saberes
El rol protagónico de los entrenadores, sus gravitantes dones, sus espectacularismos y didactiquismos, sus modos gestuales y sus decisivos acciones para promover victorias o engendrar derrotas, ya no son objeto de análisis. Aceptemos que la discusión está perdida y hoy el ambiente futbolero focaliza como nunca en la historia en el perfil de los técnicos. El muestrario es amplio y abarca estatuas de agradecimiento, participación en paneles de tevé, supersticiones, indumentarias, cantitos tribuneros. La lógica exitista obliga a detenerse en los técnicos y sus capacidades. Para la crítica feroz o para el elogio desmedido.
Poco se habla, en cambio, de los plazos de su trabajo, de su relativa influencia, de su ideario futbolero, de la sobrexposición que muchas veces les hace perder la brújula y ceder convicciones. Por eso se trata de una causa perdida. Hoy la imagen de un entrenador es igual de poderosa que el jugador-ídolo de turno. Pensemos, sino, en la cantidad de veces que los enfocan las cámaras. Ni hablemos de la esperas de las conferencias de prensa: verdaderos interrogatorios en busca de morbo y frases altisonantes.
Sin embargo, también los entrenadores pueden aportar a otros fines y reponer debates que exceden la crónica amarilla o el apunte de color. Un ejemplo es el equipo de Angel Cappa. De repente vuelve la vieja dicotomía Menotti-Bilardo, y el público-consumidor discute qué es jugar bien, disfruta una buena jugada, olvida las entrevistas post-partido de los cronistas de campo, imagina goles y gambetas en futuros partidos. Es decir; deja de mirar el banco para concentrarse en el juego y su potencialidad para emocionar desde el arte, la simpleza, los valores éticos y estéticos que encierra una propuesta futbolera. Afortunadamente Cappa no es el único.
Claro que conviven con una cifra alta de colegas dispuestos a no resignar el lugar asignado. Porque a muchos técnicos les hacen creer que son ellos los únicos grandes responsables de una buena o mala campaña. La resultante es un largo monólogo de obviedades y lugares comunes y, en caso de victorias, autobombos indigeribles ("gané 5 partidos (..), tengo 4 campeontos locales", de Américo Gallego) y enseñanzas a cargo de expertos (toda la obra de Carlos Bilardo). Con el último gran aporte: las nuevas estrategias motivacionales mediante extractos de películas heroicas, redentoras, épicas. Que muchos de estos audiovisuales cobijen violencias o desprecios no parece preocupar a los entrenadores. En nombre del triunfo, vale todo. Pisalo, pisalo.
Frente a este panorama, y ya definido el esquema que otorga beneficios y castigos a los entrenadores, existen una zona donde encontrar fisuras. El presente victorioso de Huracán, que es decir el presente victorioso de Cappa, acaso produzca contagios. Entonces volveremos a mirar el juego y las destrezas de los jugadores. Lo otro, aquello aleatorio al juego, es un complemento que a veces divierte, a veces enoja y del cual aprendemos casi nada.
domingo, 7 de junio de 2009
Una herida en el pueblo tripero
Remitirse a la biografía de Gimnasia y Esgrima La Plata alcanza para catalogar al lobo como una entidad influyente y seductora. Por itinerario, por convocatoria, por viejas glorias que vistieron la azul y blanca, por su enclave en un distrito efervescente del país en materia deportiva. Culturalmente, podríamos agregar, Gimnasia ocupa un lugar importante en la sociedad. Algunos hinchas famosos (René Favaloro, Cristina Kirchner, entre otros) aportaron con muestras de afecto a su condición de institución-referencia, pero la grandeza del Lobo se circunscribe a todo un proceso: una historia de más de 100 años.
Como ya se consignó en este espacio (Elogio de la desdicha), existen otros elementos que engrandecen -paradójicamente- su derrotero. Por caso, la escasa cosecha de logros propios convive con el esplendor del clásico rival . Y en el folclore de los hinchas (el auténtico y genuino folclore, no el que promueve TyC para engendrar violencias y lumpenajes) cabe reconocer a esos fieles triperos que despliegan espectáculos conmovedores pese a los desvaríos de su club. Algunas preguntas, de todos modos, no desaperecen y constituyen buena parte de los encantos que promueve el Lobo. ¿Cómo es que tiene tantos hinchas?. ¿Solo una sucesión de malos resultados lo alejan del moderno y desproporcionado Estadio Único? Si solo sirve ganar, ¿cómo se explica que según censos y encuestas calificadas sea el más popular de la ciudad?
La actualidad, en consonancia con su historia de sosiegos y estigmas, lo encuentra a un paso de la B Nacional. Inmerecido por el buen rendimiento alcanzado con Leonardo Madelón como técnico y desgraciadamente lógico teniendo en cuenta los oscuros personajes que proliferaron en el club. Juan José Muñoz, por ejemplo. En tal sentido, un colega apunta un dato interesante ocurrido durante la gestión del ex presidente. En aquella "entrega" en 2006 ante Boca (vergonzoso 1-4 para impedir el título de Estudiantes) pareció sellarse el descenso del Lobo. Tres puntos que hoy, si bien no suponen la salvación, permitirían enfocar los últimos compromisos con un margen de error superior. No olvidemos, además, que aquel episodio trajo consecuencias. ¿Cuáles? Perder en las fechas siguientes y, más importante aún, perder circunstancialmente el rumbo.
Las responsabilidades competen a todos (barras, jugadores, técnicos, dirigentes). También a la AFA que castiga a los humildes con un sistema de promedios perverso. No obstante, más allá de los matices y ese porcentaje numeroso de hinchas que cuestionan hechos y decisiones en el último período, Gimnasia sabrá reencauzar su presente deportivo porque los mandatos históricos así lo exige. Y los clubes, ante todo y sobre todo, son ese complejo y contradictorio diálogo entre épocas.
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