jueves, 25 de junio de 2009

Detrás del sol


¿Puede el deporte trascender al deporte? Tal vez. La revolución futbolística de Cappa está escrita, observada y escuchada. No abundaremos en ello. Pero ocurre que el fútbol es una caja de resonancia del termómetro de una sociedad, de sus síntomas y de sus miserias, de sus expectativas y también de sus fracasos irreparables. Los dueños del fútbol han intentado horadar de mil maneras este juego convertido en negocio fraudulento y espectáculo televisivo para pocos. Sin embargo, pareciera que siempre hay una hendija para creer en pequeñas barricadas o, simplemente, creer en que podemos disfrutar sin morbo, farándula, crónica roja, lecciones de alfileres y tickets a restaurantes cinco estrellas. El deporte, un equipo que lo dignifica, promueve contagios masivos cuando los objetivos están claramente explicitados y cuando la propuesta contiene ética, eficacia y belleza. La consecuencia emerge demoledora: sin trampa hay otro fútbol y ese fútbol supo emocionar a millones de futboleros en nuestro país. Por eso la inusitada repercusión de Huracán, al margen de elogios contaminados de exitismo que proliferan con fruición. Huracán, sin embargo, es testimonio de una época y sus laberintos. De un lado, la felicidad de miles de hinchas que, en su mayoría, no conciben ni piensan en las novias de De Federico, el mercado de pases o las declaraciones picantes del mediodía. Del otro, sectores ajenos al sentimiento de todo un barrio que, curiosamente, dicen amar y defender. He allí un fracaso irreparable. Claro que los núcleos de resistencia alientan a derrotar los males de un tiempo donde importa menos el deporte que el espectáculo del deporte. La violencia en Patricios, fogoneada por el poder del fútbol, es señal de que debemos bregar por muchos Cappas y muchos Huracán. De eso trata el deporte que trasciende al deporte y he allí su formidable capacidad de transformación.

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