"Mi idea es seguir aprendiendo y, antes de irme de River, quiero ser campeón. Algo que aún no conseguí". La frase pertenece a Augusto Fernández, última aparición del club, aunque puede hacerse extensiva a Juan Pablo Carrizo, Radamel Falcao y un puñado de jugadores millonarios ávidos de emigrar.
Después de años aciagos como 2005, 2006 y 2007, asoma evidente que esta dirigencia parece empeñada en cometer idénticos errores a los de temporadas anteriores. ¿Cuáles? La ausencia de un proyecto futbolístico integral que redunda, inexorablemente, en estos deseos manifiestos de los players. Peor: no existen señales ni está la decisión política por revertir esa turbia imagen que convierte a River en un lugar de tránsito soñado para empresarios, intermediarios y grupos económicos.
Décadas atrás, nadie quería irse de la institución y allí esta el Beto Alonso -entre otros- para dar testimonio. En perspectiva, de continuar esta política que forma a los jugadores de la cantera y exporta con esa mentalidad en la cual solo sirve el negocio que dinamita el prestigio y el patrimonio del club, nada bueno puede esperarse en el semestre entrante y los que vendrán. Lejos, muy lejos, de aquél arribo soñado que era para muchos futbolistas calzarse la banda roja en el pecho, el destino final de las ilusiones.
domingo, 13 de enero de 2008
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