viernes, 16 de noviembre de 2007

Empezó mal, terminó peor

El segundo mandato de Daniel Passarella en River, previsiblemente, termina sin campeonatos. Algo lógico si se consideran antecedentes. Hagamos un ejercicio de memoria: primeros días del 2006, Reinaldo Merlo deshojaba margaritas para armar un plantel competitivo luego de la pésima política de compras pergeñada por Leonardo Astrada con la anuencia, claro, de José María Aguilar. Pues bien, un motín liderado por Marcelo Gallardo -"nuestra bandera" en palabras de JMA-, obturó un ciclo promisorio de cara al año en que River rivalidaba lauros resonantes. Por caso, se cumplían 20 años de la conquista de la primera libertadores.
En medio de sospechas imposibles de develarse a corto plazo, Passarella arribó a River en cuestión de horas. Llegaron refuerzos, se renovó el ánimo del encolumnado plantel, pero la estela de Merlo merodeaba el monumental. Una pena lo de Mostaza. Si algo debe tener claro River de aquí en más, es que el apoyo mediático le garantizará fecundas alegrías.
Sin embargo y fiel a la desprolijidad de la actual conducción, priorizaron un entrenador de horrendos modales, con magra cosecha de resultados en el último tiempo y ningún acercamiento con la prensa pese a la autocrítica de los primeros reportajes ("Estoy cambiado, pedí ayuda psicológica y me di cuenta que no soy omnipotente", le dijo a Clarín). Lo cierto es que Passarella discontinuó el tratamiento, no consideró conveniente el asesoramiento psicológico para un plantel golpeado y terminó recurriendo a una bruja en 2007.
Hasta ahí, las deudas del "kaiser". Presumiblemente, nada de esto desvirtuará el afecto de los hinchas por su notable carrera como jugador, como tampoco olvidará las 3 vueltas olímpicas del primer ciclo. José María Aguilar, con absoluta seguridad, no gozará de tales privilegios.

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