lunes, 17 de diciembre de 2007

Festejos

¿Tienen derecho los hinchas de River, huérfanos de títulos desde hace 4 años, a celebrar la paliza del Milán sobre Boca en la final por el Mundial de Clubes? Sí. Aceptado el idiotizante folclore de los afiches (en su mayoría, impulsados por empresarios y profesionales a sueldo) y legitimada la cargada agresiva enarbolada por un sector del periodismo inmoral, ocurre que si el contrato de lectura solo se mide por la pasión, nadie, absolutamente nadie, debiera horrorizarse del "todo vale" que impera en estas latitudes.
Como esa imagen que viene circulando en internet por estos días y se mofa, de modo cínico, de Martín Palermo y su presunta falta de cojones. Está mal y es de pésimo gusto, claro, pero es el juego de moda: herir al otro de cualquier manera.
Por el contrario, vale el festejo ajeno cuando se hace desde la complicidad y el humor sano, entre otras razones, porque el código entre los hinchas no viene contaminado de intereses ajenos. Están guardadas en el arcón de la memoria futbolera, -haciendo un escueto repaso de innumerables ejemplos- la espontánea concentración de hinchas canallas ante la defección de Ñuls en la final de la Libertadores 87, la peregrinación tripera en ocasión del descenso de Estudiantes en 1994 o la "Peña Javier Mazzoni", héroe de los pincharratas tras hacer trizas jugando para Independiente el sueño de campeonato de Gimnasia en 1995.
Y un dato más para constatar que no se trata solo de una cuestión de camisetas: consumada la derrota de River en Japón a manos de la Juve de Italia en 1996, en otro rincón del mundo, el estadio de Deportivo Español sito en Bajo Flores, la hinchada boquense (cuyo última alegría remitía al Apertura 92) muy originalmente tiñó de camisetas albinegras la popular visitante y le dedicó todo tipo de cantos alusivos al rival de siempre.
Otro época, claro.

No hay comentarios: