sábado, 29 de diciembre de 2007

Técnicos con poder

En los noventa, década de profundos y dramáticos cambios sociales en Argentina, se instaló en el ambiente mediático una de esas ideas entrampadas en la lógica de los nuevos tiempos. Y no hay que ser erudito ni forzar lecturas iluminadas para constatar la importancia de la televisión como soporte indispensable en el negocio del fútbol desde entonces. No es novedad que la televisión, dado su infinito poder (el monopolio de TyC televisa todos los partidos, digita calendarios y sostiene la economía de muchos clubes), impone una lógica acorde acorde con el paradigma de época.Pero no nos adelantemos. Esa reveladora idea-fuerza impulsada por comunicadores de pasado turbio e intencionalidades manifiestas decía que "los entrenadores tienen un 80 % de responsabilidad en el desempeño de un equipo y son protagonistas fundamentales del espectáculo". La frase, acuñada por hombres ligados a las altas esferas del poder, tuvo alta receptividad en el público. Y la gente -esa construcción impersonal para designar a los sujetos también aceptada irreflexivamente- le creyó, como también le creyó a otros discursos enarbolados desde otros campos de la vida social. No faltaron, por consiguiente, los primeros planos de las cámaras enfocando la postura de los entrenadores con la consabida estrategia de los dueños del fútbol: detectar sus gestos ampulosos, sus indicaciones tan indescifrables como absurdas, sus presuntas capacidades o incapacidades. Todo, en el marco de un consenso global -avalado por los propios técnicos- en el cual el juego ya no era lo más importante o lo único en comparación con las viejas transmisiones televisas en donde si se registraban no más de tres planos de los entrenadores constituia todo un récord. Aparecieron así condicionantes externos muy jugosos de explotar, en consecuencia, de acuerdo con la nueva lógica de los 90.
En estos días, parecería" que asistimos a una nueva etapa inaugurada por aquel eficaz enunciado ligado al protagonismo de los técnicos. Diego Simeone, en River, Carlos Ischia, en Boca y Ramón Díaz, en San Lorenzo, configuran ejemplos insoslayables. El de River, porque sus funciones excederán a la de armar el equipo. Sobre Simeone recaerá la tarea extra de gestionar refuerzos, llevar adelante la exigente comunicación con la multitud de medios que cubren River y ser blanco de críticas o elogios en virtud de los resultados obtenidos. Si bien el desgaste de Jose María Aguilar es notorio entre los hinchas, el técnico difícilmente escape al rol preponderante que ya ostenta. Claro, en caso de salir airoso del difícil momento que atraviesa la institución, su poder aumentará conforme a los éxitos.
El caso de Ischia es diferente solo en las formas. El ex jugador de Vélez y América de Cali llega con la aureola de Carlos Bianchi al cargo. El flamante entrenador xeneixe no podrá sustraerse al severo juicio de los hinchas boquenses cuya aceptación o no de los técnicos parecería medirse solo por los resultados. Pero hay algo más en el caso de Boca: Bianchi, legitimado por su avalancha de éxitos y una personalidad avasallante, se posiciona como hombre fuerte en las decisiones políticas del club. De hecho, sugirió la llegada de su amigo, recomendó a la mayoría de los ayudantes de Ischia, asesorará al entrenador en las sombras y ya imagina su desembarco en Boca pero desde una función diferente a la de técnico. ¿Manager general? ¿Presidente de la Comisión de Fútbol? El tiempo dirá.
Lo de Ramón Díaz es conocido por todos. Campeón con San Lorenzo en 2007, salvó a la actual conducción de una segura derrota en los últimos comicios y obró en consecuencia. Además de negociar jugadores por cuenta propia y mostrar su conformidad o disconformidad a viva voz con las medidas dirigenciales, la incorporación de sus hijos al plantel es una señal inequívoca de que pisa fuerte. Demasiado fuerte, si se considera que la tarea para la cual fue encomendado se circunscribía a la de dirigir a un equipo de fútbol debido a su conocimiento del juego.
A la luz de los hechos, el rol de los entrenadores no se limita únicamente a su histórica función. Cada vez más aceitados sus discursos ante los medios, sus histrionismos frente a las cámaras y sus apuestas políticas en el riñón de los clubes, la mayoría suelen aceptar gustosamente ese rol asignado por los dueños del fútbol aunque ahora van por más. Muy lejos ya de aquella vieja E que nos muestran las imágenes de archivo cuando la lógica de época, los conflictos y las intervenciones en el club, se dirimían en otra parte.

1 comentario:

Martin Sueldo dijo...

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martin sueldo