El resonante triunfo de Tigre ante River desató polémicas y comparaciones. Con la autoestima por las nubes tras la demostración de fútbol sólido y vistoso, las caravanas azulgranas ni bien finalizó la contienda certificaron la presunción de todos: el matador escribió un domingo de septiembre la página más gloriosa de su rica historia.
En ese júbilo imperante, no faltaron dedicatorias a viejos rivales de los sábados: Chacarita, Nueva Chicago, Platense. No era para menos: Tigre tuvo un largo perenigraje por los ríspidos paisajes del ascenso. En ese terreno, cabe preguntarse por la dimensión del éxito: ¿de ganar el Apertura, o bien, clasificar a la Libertadores 09, lo hecho por el club bonaerense iguala hazañas como las de Chacarita o Quilmes, ambos campeones en 1969 y 1978 respectivamente?.
A priori, y sin hacer futurología, creemos que no. Centrémonos en Chacarita, rival de primerísimo orden para la afición de Tigre. El antecedente del encono con el funebrero obedece a razones del mal llamado "folclore futbolero". En 1984 y en 1999, hubo enfrentamientos bélicos entre ambas parcialidades cuyo principal responsable fue el cuadro de San Martín, entonces conducido por el gastronómico Luis Barrionuevo. Tigre, además, sufrió derrotas en lo deportivo que caldearon aún más los anímos: en 1994 y 1999, por caso, el tricolor le ahogó posibles ascensos de categoría (una a la B nacional, otro a Primera A)
Por eso, y porque el fútbol se alimenta de esa necesaria cuota de revancha, la goleada ante River se vivió con euforia desmedida. Si atrás quedaban Chacarita, Platense y Chicago en el tránsito hacia la A, el triunfo sobre River -el mismo que perdió la final con Chacarita en 1969 con idéntico marcador,- adosó más gloria a la gesta. Y más elementos para gozar al cuadro de San Martín.
Pues bien, en estos tiempos de éxito permanente y euforias circunstanciales, parece sensato poner el freno, revisar la historia y aportar detalles para no confundir más de lo que estamos.
El 6 de julio de 1969, 65.000 personas colmaron el cilindro de Avellandeda para ver Chacarita-River en la finalísima del Metro de ese año. El funebrero venía de derrotar a Racing y el millonario hizo lo propio nada menos que ante Boca. En aquella oportunidad, vale consignar, ni las barras ni los entrenadores formaban parte del negocio.Tampoco la derrota se vivía como el peor de los castigos.
Treinta y ocho años después, es saludable observar a nombres ignotos como los de Lázzaro, Ayala, Román Díaz, Ferrero o Galmarini mojandole la oreja a uno de los más grandes del fútbol criollo. Al cabo, siempre es atractivo el triunfo de un humilde sobre un poderoso. Aunque este sea otro River, muy diferente a aquél de los sesenta, y los arriba mencionados no tengan el porte de un Pérez Bargas, Frasoldati, Recupero, Marcos o el recordado "tanque" Neumann.
martes, 25 de septiembre de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario