lunes, 3 de septiembre de 2007

Racing y el miedo a perder

Luego de la dolorosa derrota ante San Lorenzo, Racing llegó herido a este clásico centenario del fútbol argentino. Un poco por los significados de aquella vergonzante caída en Bajo Flores (3-4) -desequilibró el historial en favor del equipo de R.Díaz- y otro tanto por la saga de desprópositos que vienen mancillando el prestigio de la academia. Un ejemplo: los gerentes que deciden por millones. Y millones.
No había otro camino, por tanto, que honrar la camiseta albiceleste. Traducido: si no consumar un gesta con ribetes heoricos, al menos no descender a los últimos eslabones del infierno que, por otra parte, se asocia al rojo del rival. Y algo de ese insoportable miedo a perder, según nos enseña el monopolio televisivo domingo a domingo, hizo mella en el rendimiento de un equipo pobre por culpas ajenas. ¿Se hubiera evitado el empate de Lusenhoff con otros cambios, otras ideas, desde el banco? Mmm. ¿Y con la presencia de Maxi Moralez en el once inicial? Posiblemente.
La sensación final pareció de conformismo luego de un empate justo. Y en esto conviene reafirmar la núcleos vitales que tiene este juego dada su indudable eficacia para modeladar identidades. El alivio de las tribunas racinguistas era señal inequívoca de que los fantasmas del último martes -acaso la jornada más triste del 2001 a esta parte- rondaban peligrosamente el área del debutante Hilario Navarro. Demasiados golpes para una hinchada acostumbrada a remarla.

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