Envuelta en discusiones inútiles y de corto alcance, la agenda futbolera ofrece, no obstante, un vasto abanico de temas no siempre tratados con la rigurosidad y el espacio que merecen. Vaya una muestra: doscientos hinchas de Racing se movilizaron hasta los tribunales de la ciudad de La Plata para pedir la renuncia del juez Enrique Gorostegui, hombre que decretó la quiebra y liquidación de bienes en 1999. Movida que tuvo un tinte netamente político: terminar con el gerenciamiento que somete al club desde enero de 2001. (Blanquiceleste S.A)
En realidad, no es novedosa la activa participación de la hinchada racinguista por defender su club. Ya en 1999, y durante la previa de un partido suspendido con anterioridad ante Talleres de Córdoba, 30 mil fieles presenciaron un espectáculo fantasma: sin partido para ver, conmovió el colorido de una multitud solitaria aunque entregada a gritar su bronca y su pasión. Fue una respuesta contundente contra Gorostegui y su decisión de "cerrar" el club. Gesto iniciático, al cabo, para comprender de qué se habla cuando se alude a sentimientos y fidelidades a pesar de todo. Es cierto, con alguna ayuda política Racing pudo seguir existiendo, pero decir eso sin reparar en el papel que jugó la gente sería ningunearla injustamente.
Luego llegó Fernando Marín y prometió "hacer de Racing un ejemplo para América", como señaló en su primera conferencia de prensa, aunque la debacle institucional y deportiva de su incipiente mandato obturaron aquella revolucionaria apuesta. Ni siquiera haber cortado la sequía de 35 años sin títulos atenuaron el descontento popular. Por el contrario, el arribo del sucesor De Tomasso agravaron las cosas. De irse el entrenador Gustavo Costas -algo nada descabellado tras los sondeos verificados para desbancarlo- Racing habrá contratado 13 técnicos en 6 años con un singular dato estadístico: ninguno completo mandato. Con ese panorama sombrío, no casualmente creció la organización de los hinchas, mermó la interna de la barra brava, se multiplicaron las marchas y, de una buena vez, pudo identificarse dónde radicaba el problema.
Es de esperar, por tanto, que esos escasos 200 que fueron al juzgado de La Plata una lluviosa tarde de octubre sean representación de una porción significativamente más amplia. Una estocada mortal a la gerenciadora y su viejo anhelo. A esta altura, no esta demás decir que difícilmente atrone en el Cilindro de Avellaneda ese canto elevado a la categoría de himno, "brillará blanca y celeste", transformado con el nombre de la empresa.
jueves, 11 de octubre de 2007
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