lunes, 1 de octubre de 2007

Cuando el mensaje suma

"Boca jugó mal, fue repetido y no tuvo la pelota. Si eso pasa, lo más probable es perder". Saludable y reparadora, la frase de Miguel Angel Russo, entrenador xeneize, puede leerse como un gesto infrecuente para un medio propenso a la queja interesada y el discurso exculpatorio . Nótese que curioso: subrayar positivamente algo tan básico y tan humano como sincerarse y decir la verdad, lejos de esos análisis bañados de soberbia a la que son tan afectos el resto de sus colegas.
Daniel Passarella, sin ir más lejos, vive este convulsionado momento de River entre sollozos y reclamos inconducentes. Los arbitrajes, el mal estado del campo, los factores climáticos, suelen ser parte de su decálogo habitual. En definitiva, y no es únicamente patrimonio de Passarella, siempre es más cómodo echar mano al manual de las excusas ante cada resultado adverso. Algo similar ocurre con Julio Falcioni, técnico de Gimnasia, capaz de responsabilizar a sus dirigidos delante de las cámaras aunque sin argumentos sólidos que expliquen lo mal que juegan sus equipos. Y así pueden enumerarse infinidad de ejemplos.
Por eso, vale lo de Russo. Como también suma Ramón Cabrero dirigiendo con encomiable honestidad a los pibes de Lanús. La Volpe pagó el costo de su sinceridad en 2006, pero su mensaje alentó a vivir este juego como ellos lo vivieron de pibes. De ese modo es que pueden asumir riesgos con valentía, soportando el costo de cada decisión. Porque, se sabe, nadie será mejor o peor por un resultado. Lo que perdura, afortunadamente, siguen siendo las ideas.

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