Haciendo numerología, Estudiantes y Gimnasia asoma como el clásico más desparejo de todos. Solo el esperado San Lorenzo-Huracán del próximo domingo -mismo día y horario que el de La Plata- reviste algunas semejanzas.
Veámos qué sucede en otras geografías del país. En Córdoba, ni el Pirata de Alberdi ni la T de Barrio Jardín lograron una marcada superioridad. Consolidados en la B Nacional, alternan rachas favorables aunque sin tendencias que inclinen la balanza. Algo similar ocurre con el pasional clásico rosarino: pese a la leve ventaja de Ñewell's en la suma de torneos conquistados (5 a 4), los canallas acreditan un título internacional y una eliminación crucial en la Sudamericana 05.
Santa Fe es un caso particular. Si bien hace bastante no hay antecedentes de enfrentamientos por el meritorio afianzamiento del sabalero en la A, qué tatengue no recuerda la finalísima del 89' cuando Unión frustró a Colón y ascendió a Primera. Independiente y Racing muestran notable superioridad del rojo. No obstante, ser el primero en varias rubros (primer campeón mundial de clubes, primer tricampeón del fútbol argentino, primer ganador de la difunta Supercopa) le otorgan sólidos argumentos a Racing para matizar los casi 20 partidos que los separan en el historial.
Exluidos Boca y River -tendencia favorable al xeneixe en copas internacionales, superioridad millonaria en el plano local-, el barrial choque entre santos y quemeros muestra amplia ventaja de San Lorenzo: 29 partidos a favor, 10 títulos locales contra 1 y dos copas internacionales (Mercosur y Sudamericana).
En sintonía, Estudiantes le saca ventajas abismales a Gimnasia. Además de ganar todo (Campeonatos locales, Copas Internacionales), el Lobo no computa títulos en Primera pese a ser una entidad centenaria. Más: el pincharrata le propinó a su tradicional rival una paliza humillante hace poco más de 1 año (7 a 0).
Claro que estas rivalidades trascienden momentos, rachas, campeonatos y lugares. Son parte vital del riquísimo acervo cultural de nuestro fútbol ya que configuran identidades poderosísimas. Con una paradoja que el Aguante no logró desvirtuar: aunque se quiera eliminar a rivales, borrarlos del mapa o forzar su inevitable (y justa) extinción, nadie puede ser (hincha) sin el otro. Si eso ocurriera, finaliza el juego. O comienza otro: posiblemente más macabro.
Desechada la violencia por inconducente, es precisamente en el terreno dónde ocurren vibraciones imposibles de soslayar. Allí los números tienen una importancia relativa. Casi nula. En definitiva, si existe un deporte que dista de ser una ciencia exacta, ese es el fútbol y su maravillosa impredecibilidad.
sábado, 27 de octubre de 2007
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